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Features:
- Pages: 214
- Format: 24x17 cm
- Edition Date: 2023
- Language: Castellano.
- Binding: Tapa blanda o Bolsillo - Libro no cosido / Encuadernación arráfica / P.
- Weight: 0,51 kg.
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Psicología y Eutanasia
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9788419382986
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El 25 de marzo del 2021 se publicó en el BOE la Ley Orgánica 3/21 que regula la praxis de la eutanasia en España. El 25 de junio del 2021 entró en vigor. En esos mismos meses la división SEP y la división Psicología de la Salud del Consejo General de la Psicología de España concibieron una jornada que abordara los nexos entre Psicología y Eutanasia. Requirió un año de gestiones y el 3 de junio del 2022 se llevó a cabo. Fue una actividad que contó con el respaldo de la Academia de Psicología de España así como de la facultad de Psicología y del Instituto Universitario de Ciencias de las Religiones de la UCM. En https://www.youtube.com/watch?v=N91D9m0wML8 pueden observarse las ponencias presentadas que en conjunto suman una duración de 5h 25’ y han sido vistas por 891 personas durante los 8 primeros meses, sea parcial o totalmente. El coordinador de informática del COP suministró, tres días después, los datos fehacientes de la participación, mañana y tarde, vía Zoom. “595 personas vieron el seminario web en su ordenador. 1490 fueron los usuarios que se unieron a la conexión varias veces. Y el pico de visualizaciones máximas se encuentra fijado en 440. En términos estadísticos es la jornada tipo ‘webinar’ en la que hemos aglutinado a más usuarios de las que hemos organizado, ¡¡Hay congresos con menos usuarios registrados, enhorabuena!! Estos datos muestran que el tema tuvo una gran audiencia, desde las 9 a las 18h con pausa para el almuerzo, un viernes. En términos de psicología del consumo es un asunto que atrae a oyentes interesados y fue el punto de partida para elaboración del libro que se somete a la consideración de los lectores. De entrada, hay igualdad de género entre los autores. Además, tres son catedráticos y dos profesoras de universidad, dos consultoras, y seis tienen décadas de experiencia en unidades de paliativos en hospitales o en lo que se llama hospicios. Asimismo, imparten cursos en universidades, en centros de formación de postgrado, en cursos de verano o están vinculados a fundaciones. Es decir, una adecuada combinación de experiencia profesional con sexenios cosechados por sus publicaciones en revistas especializadas con revisores. La novedad de este libro es que prevalece la perspectiva de Psicología de Salud, así como Psico-oncología. Los aspectos médicos y éticos están en un segundo plano pues la ley deja clara las pautas de actuación a seguir, con las personas que optan por dejar escritas sus últimas voluntades. El propósito ha sido avanzar. De un lado llevar a cabo una puesta en común de la experiencia psicológica acumulada en servicios de paliativos desde la década de 1990 en las que se han corrido riesgos. Con el testamento vital no bastaba. De otro lado, ha sido suministrar un mapa cognitivo para que nuevas generaciones de profesionales de la psicología que quieran adentrarse en este marco de asesoramiento y acompañamiento tanatológico tengan referentes fehacientes de las facetas sanitarias y psicosociales que entran en juego pues interactúan. En la ley que está en marcha no se menciona la intervención psicológica, pero en la toma de decisiones se enumeran protocolos y criterios que pueden servir de nexo de encaje en las unidades de paliativos pues hay una persona, mortalmente enferma, que precisa acompañamiento, pues está determinada a introducir su pie en el ataúd. Es su derecho humano inalienable a poder morir dignamente en paz, a no estar obligado a sufrir. “Del derecho a la vida no se deprende en absoluto ninguna obligación de vivir, de continuar viviendo a toda costa” (Kung, 2016, p. 74). El primer capítulo introduce la Tanatología como perfil de intervención en el que se diferencia entre actuaciones tanatopsicológicas y psicotanalógicas en función de las variables dependientes o independientes que se analizan en las investigaciones e intervenciones. El segundo capítulo se ocupa del final de la vida como proyecto vital en el que juega un papel crucial la propia voluntad para tener un plan. Conecta con el entramado de la Psicología Positiva y en la Psicología Humanista. Muchos enfermos con un pie en el cementerio carecen de un mapa de ruta. El tercer capítulo escarba en los dilemas que tiene que abordar el psicólogo cuando la voluntad del paciente y de los familiares colisionan y requieren la mediación en un embrollo con cargas emocionales reticentes o cómplices. El cuarto capítulo rastrea los retos que tienen que afrontar, con la ley en vigor, los psicólogos ante pacientes que se acojan a la solicitud de una prestación que puede iniciarse con unos borrosos “Deseos de Adelantar la Muerte” que pueden o no derivar en una “Ayuda Médica Para Morir”. Las edades avanzadas están en el punto de mira del quinto capítulo pues los que sufren no son los cuerpos, son las personas y lo que las caracteriza es su heterogeneidad: suelen tener una mayor experiencia en el afrontamiento de pérdidas. En el sexto se examinan los “procesos de muerte médicamente asistidos”. No se trata de una simple cuestión de elección y autonomía individual: la mayoría de los pacientes no están solos, cuentan con gran apoyo de sus cuidadores. “No entrar en pánico” es el título ilustrativo del séptimo capítulo. La Ley Orgánica que regula la eutanasia ha dado pie a dudas, miedos y a la clara necesidad de apoyar a los profesionales y a los equipos. Ha habido confusión, al inicio, en los procedimientos y en los recursos necesarios para la aplicación. La denominación “Psicología Paliativista “se pormenoriza como perfil profesional en el capítulo octavo y es una adenda al libro “perfiles profesionales del psicólogo”, publicado en 1998 por el Colegio Oficial de Psicólogos que pueden consultarse en https://www.cop.es/perfiles/ y que se concibió para salir al paso del intrusismo profesional pero también para delimitar que un psicólogo no puede hacer de todo. El capítulo noveno se adentra en las tradiciones asiáticas de raigambre budista, pues en ellas se destaca que morir y vivir conforman un proceso que, entramado, forma parte del mismo continuo. Se sopesan los seis estados de conciencia que destacan con las técnicas asociadas que aplican. En el capítulo diez se esclarece lo que conllevaba afirmar, en España, que un familiar había tenido una buena muerte. En ciertas condiciones se consideraba un espectáculo edificante, al que incluso se llevaba a los niños. La segunda parte del capítulo pasa revista a los posicionamientos de las distintas religiones respecto a la eutanasia activa, la eutanasia pasiva o los cuidados paliativos. A medida que discurre el siglo XXI tienden a ser comprensivas, aunque con inconsistencias, con los tratamientos paliativos. Por último, el capítulo once es un homenaje a las dos psicólogas y a los dos psicólogos españoles que fueron pioneros y concibieron (y publicaron en 1996), un modelo de intervención centrado en el estado de ánimo del enfermo, del sanitario y del familiar a través de las percepciones sensoriales y psicosociales desagradables que se inmiscuyen desde el medio ambiente. En el paciente hay sufrimiento cuando se combinan amenaza e impotencia, en el sanitario burn-out y en el familiar, duelo. Dieciocho meses después de haber entrado en vigor la Ley que regula la eutanasia, ha quedado resuelto este enigma. El personal sanitario que trabaja en la sanidad pública o en la privada suele estar colegiado, pues le conviene y porque gracias al régimen de transparencia los ciudadanos pueden comprobar si quien le atiende tiene la titulación que afirma. De un conjunto nacional de 700.000 profesionales inscritos solo 9.384 se han dado de alta en los registros autonómicos de objetores: han dejado constancia con su firma que forman parte de “la España que no quiere ayudar a morir” a quien lo haya pedido a propósito (Mateo, 2023). Es decir, un 1,3% que mantiene su credo en el juramento hipocrático versión clásica, y no en la versión del siglo XXI. En otras palabras, un 98,7% comulga de algún modo con la viabilidad del derecho a la autodeterminación del paciente en el entorno de trabajo donde la muerte se ve venir cada día. En la década de 1980 cuando se pronunciaba la palabra eutanasia en una conversación informal (en el hospital, en el tanatorio o en la morgue) más de una persona inquiría “¿Euta… qué!”. Era una duda muy católica. Y si quien sabía explicaba, le cortaban y le imprecaban, ¡A mí háblame en cristiano! Desde el cantar del mío Cid “cosas tenedes que farán parlar las piedras”. Dº José María Prieto Zamora Catedratico Emérito de Psicología Universidad Complutense de Madrid
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