La República es una novela de ciencia ficción, sí, pero es la capa sobre la que se describe un presente que se viste de futuro, aunque la realidad nos dicta que es una sociedad actual, o casi.
La República describe un mundo sin guerras ni racismo. Un hito sólo posible por la configuración política de un estado, La República, que aglutina a todas las razas conocidas, y sus territorialidades, en una única unidad nacional.
El racismo no existe porque ha sido sustituido por un clasismo al dictado de preponderancias familiares ancestrales y el dinero de nuevo cuño al dictado de una hipotética igualdad de oportunidades. Aunque, en realidad, lo importante es la democracia y la ficticia libertad que su concepto entraña.
Una trama, un reparto coral, razas reivindicativas y preeminentes, un planeta gélido, la ambivalencia de los personajes, el bien que no es tan bueno ni el mal tampoco tan perverso, un mundo moderno simplista, pen-diente únicamente de lo económico e inmerso en un proteccionismo, tanto policial como militar, que tranquiliza el discurrir diario, y una única solución posible para mantener a la ciudadanía en su histórico estado contemplativo, se suceden a lo largo de un relato que se aleja de un final convencional.